Jugar es una de las actividades más importantes para el desarrollo del niño en sus aspectos físicos y emocionales. Por lo tanto, que sus padres y cuidadores se involucren en él, de manera adecuada, favorece aún más el proceso de crecimiento.
Según el libro ‘Ayudando a crecer’, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), esta actividad le permite al pequeño desarrollar su mente y cuerpo, entender cómo funciona el mundo, las relaciones con los demás, dominar el lenguaje y formar su capacidad de razonamiento.
Que el juego sea una expresión inherente a la infancia no significa que sea exclusiva para ellos, pues los adultos pueden y deben hacer parte de actividades como cantar, leer historias, bailar o aprender rimas.
A continuación veamos este video y luego continuemos con el analisis.
El papel del adulto
Los padres y cuidadores deben ser respetuosos y pacientes. Su tarea principal es la de crear un ambiente acogedor y seguro, para que puedan explorar, resolver problemas y tener todas las posibilidades de diversión sin asumir riesgos. Es obligación de los adultos que los espacios infantiles cuenten con todas las normas necesarias para evitar accidentes.
Otro aspecto esencial es que los juegos sean acordes con el desarrollo de los niños, pues de esta manera se les ofrecerán herramientas acertadas para que sus habilidades se potencien. “No solo artefactos novedosos y de moda, sino que respondan a necesidades de desarrollo del juego. Los juguetes más elementales son los más significativos, como una caja que pueda ser una nave espacial o un castillo”.
Cuando el adulto decida estar presente en los juegos infantiles debe ser un verdadero compañero, pues aunque los más pequeños aún no entienden el significado de las palabras, sí perciben las sensaciones que se expresan en cada actividad.
De igual manera, otro de los roles que debe ejecutar el padre o el cuidador es el de ser buen observador. Percibir cómo juega, cómo recoge los juguetes, qué lo hace feliz y qué le molesta, si está muy callado o quieto, para descifrar sus emociones y gustos.
Aunque se le recomienda al adulto involucrarse, también es importante que le brinden espacios propios, pues parte de la crianza significa ofrecerles a los hijos elementos para desarrollar su autonomía e independencia. “Siempre y cuando estén a salvo de cualquier peligro y los estemos vigilando, es importante dejar que se esfuercen por hacer algo nuevo y difícil”, se afirma en el documento de la OPS.
La sobreprotección no es buena, porque limita las capacidades. “Por ejemplo, si el niño no puede ponerse la camisa bien, los padres se angustian por el temor de que la use al revés; si dejan que él lo haga solo, desarrollan autonomía, independencia y competencias”, dice la pedagoga.
La mejor forma que tienen los menores para aprender es a través de sus éxitos y fracasos, y los padres deben actuar en estos casos como orientadores, pero no controladores de situaciones.
A pesar de que el papel del adulto es fundamental, es igualmente importante que los niños jueguen con sus pares, es decir, pequeños de sus mismas edades, pues ambos viven procesos parecidos y al compartir los intereses comunes se impulsa el crecimiento y los procesos de desarrollo.
La pedagoga Irma Salazar aclara que en un momento del crecimiento es natural que los niños se apeguen a un grupo social, que los fortalezca afectivamente y los compañeros cobren gran importancia de vida, mermando importancia a la presencia familiar..
A qué jugar
Aunque suene a frase de cajón, lo importante es la calidad de tiempo que se comparta con los chiquitos.
Con un bebé, por ejemplo, se puede jugar a hacer gestos con la cara, las manos, hacer sombras; de esta manera podrán desarrollar sus sentidos y la percepción del esquema corporal.
Cuando empiezan a caminar, están en un momento en el que desean mantenerse en movimiento, recorrer la casa y subir escaleras. (Actividades que por supuesto deben estar siempre vigiladas por un adulto). A los 3 años deben jugar para desarrollar su motricidad gruesa; es decir, estimular carreras, competencias, encostalados, agacharse, esconder objetos. Por ejemplo, ocultar el control del televisor para que todos lo busquen por la casa. Esto le permite ser observador, planear y anticipar acciones. Entre los 4 y 7 años los juegos de rol son importantes (ver página 24) para los adultos también, pues cobra importancia que ellos puedan transformarse en otro ser la creación de historias.
El adulto también se beneficia con el juego:
1. Tiene la posibilidad de acercarse a sus hijos como un par, con respeto y con entrega. El niño encuentra un adulto significativo para confiar. Algunos padres creen que la figura paterna y materna debe ser nada más de quien impone autoridad y por esta razón, no se atreven a jugar como niños; sin embargo, al hacerlo, el respeto se sustenta más y se fortalecen las relaciones.
2. Perseguir una pelota, correr, saltar lazo, le sirve al adulto para su estabilidad física y adecuado funcionamiento del sistema cardiovascular y respiratorio.
3. Tanto para los niños como los adultos estar alegres es positivo para el desarrollo de su calidad de vida.
4. Cuando juega se olvida del estrés y se concentra en una situación grata y satisfactoria, que le ayuda a mantener su vida en armonía.
5. La relación afectiva que establece con sus hijos es de amistad, en la que no se desdibujan los límites de la autoridad.
Que el juego sea una expresión inherente a la infancia no significa que sea exclusiva para ellos, pues los adultos pueden y deben hacer parte de actividades como cantar, leer historias, bailar o aprender rimas.
A continuación veamos este video y luego continuemos con el analisis.
El papel del adulto
Los padres y cuidadores deben ser respetuosos y pacientes. Su tarea principal es la de crear un ambiente acogedor y seguro, para que puedan explorar, resolver problemas y tener todas las posibilidades de diversión sin asumir riesgos. Es obligación de los adultos que los espacios infantiles cuenten con todas las normas necesarias para evitar accidentes.
Otro aspecto esencial es que los juegos sean acordes con el desarrollo de los niños, pues de esta manera se les ofrecerán herramientas acertadas para que sus habilidades se potencien. “No solo artefactos novedosos y de moda, sino que respondan a necesidades de desarrollo del juego. Los juguetes más elementales son los más significativos, como una caja que pueda ser una nave espacial o un castillo”.
Cuando el adulto decida estar presente en los juegos infantiles debe ser un verdadero compañero, pues aunque los más pequeños aún no entienden el significado de las palabras, sí perciben las sensaciones que se expresan en cada actividad.
De igual manera, otro de los roles que debe ejecutar el padre o el cuidador es el de ser buen observador. Percibir cómo juega, cómo recoge los juguetes, qué lo hace feliz y qué le molesta, si está muy callado o quieto, para descifrar sus emociones y gustos.
Aunque se le recomienda al adulto involucrarse, también es importante que le brinden espacios propios, pues parte de la crianza significa ofrecerles a los hijos elementos para desarrollar su autonomía e independencia. “Siempre y cuando estén a salvo de cualquier peligro y los estemos vigilando, es importante dejar que se esfuercen por hacer algo nuevo y difícil”, se afirma en el documento de la OPS.
La sobreprotección no es buena, porque limita las capacidades. “Por ejemplo, si el niño no puede ponerse la camisa bien, los padres se angustian por el temor de que la use al revés; si dejan que él lo haga solo, desarrollan autonomía, independencia y competencias”, dice la pedagoga.
La mejor forma que tienen los menores para aprender es a través de sus éxitos y fracasos, y los padres deben actuar en estos casos como orientadores, pero no controladores de situaciones.
A pesar de que el papel del adulto es fundamental, es igualmente importante que los niños jueguen con sus pares, es decir, pequeños de sus mismas edades, pues ambos viven procesos parecidos y al compartir los intereses comunes se impulsa el crecimiento y los procesos de desarrollo.
La pedagoga Irma Salazar aclara que en un momento del crecimiento es natural que los niños se apeguen a un grupo social, que los fortalezca afectivamente y los compañeros cobren gran importancia de vida, mermando importancia a la presencia familiar..
A qué jugar
Aunque suene a frase de cajón, lo importante es la calidad de tiempo que se comparta con los chiquitos.
Con un bebé, por ejemplo, se puede jugar a hacer gestos con la cara, las manos, hacer sombras; de esta manera podrán desarrollar sus sentidos y la percepción del esquema corporal.
Cuando empiezan a caminar, están en un momento en el que desean mantenerse en movimiento, recorrer la casa y subir escaleras. (Actividades que por supuesto deben estar siempre vigiladas por un adulto). A los 3 años deben jugar para desarrollar su motricidad gruesa; es decir, estimular carreras, competencias, encostalados, agacharse, esconder objetos. Por ejemplo, ocultar el control del televisor para que todos lo busquen por la casa. Esto le permite ser observador, planear y anticipar acciones. Entre los 4 y 7 años los juegos de rol son importantes (ver página 24) para los adultos también, pues cobra importancia que ellos puedan transformarse en otro ser la creación de historias.
El adulto también se beneficia con el juego:
1. Tiene la posibilidad de acercarse a sus hijos como un par, con respeto y con entrega. El niño encuentra un adulto significativo para confiar. Algunos padres creen que la figura paterna y materna debe ser nada más de quien impone autoridad y por esta razón, no se atreven a jugar como niños; sin embargo, al hacerlo, el respeto se sustenta más y se fortalecen las relaciones.
2. Perseguir una pelota, correr, saltar lazo, le sirve al adulto para su estabilidad física y adecuado funcionamiento del sistema cardiovascular y respiratorio.
3. Tanto para los niños como los adultos estar alegres es positivo para el desarrollo de su calidad de vida.
4. Cuando juega se olvida del estrés y se concentra en una situación grata y satisfactoria, que le ayuda a mantener su vida en armonía.
5. La relación afectiva que establece con sus hijos es de amistad, en la que no se desdibujan los límites de la autoridad.
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